Mi querido, incondicional a mi pasar, eras un pícaro muy ladrón de mi afecto y envidioso de mi apego hacia ti, receloso como siempre esperabas en silencio mi llegada y al verme te hacías invidente a mi presencia a lo que respondía fisgándote tímidamente, de ese modo, despreciable a mis pasos te convertiste en un consejero de paciencia elegancia. Devoción y simpatía al prójimo era posible entre nosotros hasta henchir nuestros instintos alocados así como atacar nuestra sombra o el sentirnos mimados la mayor parte del tiempo posible. No olvidar la activa energía y ganas de vivir que nos provoca la muerte, como te extrañare minino y tu rebeldía al huir de casa cada jornada por nuevas aventuras felinas.
En honor a Cuchito