El mendigo estiró la mano en señal de compasión sin saber las consecuencias que acarrearía su actitud. Se hallaba solo en la cuidad, todos se habían ido, quizás estaban desaparecidos o quizás habían olvidado sus corazones a la deriva de su piel. No obstante aunque el indigente rondase en desdicha y penuria sumergido en un pueblo fantasma, mantenía bien guardadas sus esperanzas y su mano que permanecía estirada descansando en paz a la espera de un poco de humanidad.
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