Era una calurosa tarde de verano en Santiago, yo paseaba con tranquilidad en mi pequeño automóvil marca Hyundai modelo Getz. No hace falta entrar en detalles sobre mi destino o sobre quien me acompañaba en ese instante tan dichoso, es solo que iba muy atento a las curvas de la calzada y a los posibles peligros del camino puesto que en una cuidad llena de despistados, maniáticos, cerebritos y borrachos son inminentes cientos de situaciones de peligro y en particular en Lo Prado donde los niños andan sueltos por la calles sin la vigilancia de un adulto o de alguien lo suficientemente responsable para aconsejar a un menor de edad sobre el daño que puede causarle a su familia el perder la vida en un accidente.
El punto es que luego de virar hacia la derecha en la intersección de las calles Obpo Rodriguez e Isla Decepción en dirección a Dorsal, me tope con una situación muy particular que hizo ¡cabum! en mi cabeza. A la altura de la calle Escocia reduje drásticamente la velocidad de mi vehículo para adelantar a un ciclista que tantos problemas causan en las calles. Y no lo digo por mi, sino por los chóferes sin experiencia, las personas sin licencia de conducir obtenidas honestamente (es todo un tema que hasta amigos, compañeros y conocidos tratan de tal forma que llega a darme vergüenza la falta de cultura por el hecho de que digan con tanta calma que es muy fácil pagar veinte o treinta mil pesos para sacarla) y sin cordura que no son capaces de siquiera reconocer el significado de una señalética en la que hasta se puede leer textualmente "No Estacionar Reservado para discapacitados". Bueno este ciclista que se desviaba un poco para la izquierda como queriendo decir ¡atropellame por favor! llevaba su bolsa de pan que colgaba al costado de la bicicleta, y mientras que con una mano sostenía firmemente el manubrio con la otra hablaba por celular.
Cómo es posible andar en bicicleta y hablar por celular. La escenita me recordó los partes que reciben los conductores que hacen tal atrocidad, pero un ciclista hablando por teléfono es tan fuera de lo común.
Que lindo pensé. Aceleré lo antes posible para escapar de las garras de la muerte, esas garras que te siguen para donde sea que vallas, que saben donde es que te escondes y que jamás te dejarán hasta que descanses en paz. La reflexión es simple, qué valor le das a tu vida, qué precio tiene un día más de vida y qué es más peligroso, un automovilista charlando por celular o un ciclista charlando por celular.
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