El demonio rebelde atacaba con gran brutalidad, tenía unas garras de acero con las que podía degollar fácilmente a cualquier otro guerrero y considerando que las recubría con fuego podían llegar a ser más letales aún. Aquel demonio se abalanzo sobre Lucifer para evitar que lo atacase. Lucifer solo podía defenderse, esquivaba las garras de su adversario con facilidad, pero cada vez sentía más cansancio, utilizaba las dagas para desviar algunos ataques pero ésto no era suficiente. Se sentía acorralado y sin salida, las garras le habían dado en el hombro, sentía el intenso dolor de la quemadura, mientras seguía esquivando los ataques. Nuevamente opto por crear una muralla de fuego, lo cual le dio un leve respiro, pues el rebelde seguía oculto en algún lugar entre las sombras.
La noche se tornaba cada vez más tormentosa y gris. Lucifer debía concentrarse para no ser emboscado una vez más. Se detuvo en medio de la lluvia para formar parte de ella, miró entre las gotas de agua que caían con violencia y comenzó a ver todo mucho más claro, se concentró en sentir los pasos de su adversario. El rebelde aparecía nuevamente entre las sombras, por la espada de Lucifer, sin embargo, el demonio dio un giro y alcanzo con sus dagas el pecho del rebelde.
Esta vez seria Lucifer quien atacaría. Comenzó a dar ataques rápidos que hicieron retroceder al maldito.
Mientras tanto, Lanber el otro soldado rebelde, se veía en apuros. El rayo primer rayo lanzado por el maestro parecía todo un misterio, mientras que el segundo no tenía como objetivo aniquilarlo directamente, sino que tenía como objetivo ingresar por el vórtice que estaba a unos metros de su espalda, para luego salir por un segundo vórtice de regreso.
Lanber sorprendido por esta táctica logro bloquear con su gran escudo aquel rayo devastador. La explosión fue inmensa, sin embargo el rebelde seguía en pie.
Lucifer siguió atacando con sus dagas, hasta que el soldado enemigo resbalo y cayó al suelo. Solo faltaba rematarlo para acabar con la pelea. El soldado rebelde estaba acabado, sería aniquilado por Lucifer.
Ante la desesperación, el rebelde cogió un poco de barro del suelo y lo arrojo directamente a la cara del demonio. Lucifer retrocedió, estaba completamente cegado.
Maik se puso de pie y salto sobre Lucifer, esta vez con las garras al rojo vivo, tenía la intención de cortar su cabeza.
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